Queda mucho paño por cortar en nuestro pasado. Sin embargo, la reflexión honesta sobre él se vuelve imposible en un país donde todos se presentan como víctimas inocentes para atacar sin contemplaciones, desde ese podio de superioridad moral, a sus adversarios. Matinales, noticiarios y opinólogos de televisión reproducen las nuevas beaterías, mientras que en las universidades la ideología de la cancelación avanza.
El precio de la noche está estructurado a varias voces que establecen diálogos imaginarios con «el primer pinochetista» —uno de los símbolos del nuevo orden fundado parcialmente sobre la sangre—, y donde se despliegan candentes interrogantes. ¿Se justificaba el golpe de Estado de 1973? ¿Era necesario instaurar una dictadura a partir de él? ¿Se requería una nueva Constitución? ¿Cómo es posible que tantos cristianos apoyaran un régimen que secuestró, torturó y asesinó? ¿Tiene justificación el anticomunismo? ¿Qué tan pinochetista es el actual sujeto chileno? ¿Quedamos, finalmente, con los bolsillos llenos y las almas vacías? ¿Los clientes furiosos del estallido social —una protesta sin voceros ni programa— son hijos o verdugos del neoliberalismo?
Pablo Ortúzar, nos invita a un «viaje al fin de la noche» para tratar de saldar finalmente cuentas con la dictadura mirándonos en su reflejo. Pero nadie tiene asegurado un pasaje de vuelta: es peligroso asomarse al abismo.
Queda mucho paño por cortar en nuestro pasado. Sin embargo, la reflexión honesta sobre él se vuelve imposible en un país donde todos se presentan como víctimas inocentes para atacar sin contemplaciones, desde ese podio de superioridad moral, a sus adversarios. Matinales, noticiarios y opinólogos de televisión reproducen las nuevas beaterías, mientras que en las universidades la ideología de la cancelación avanza.
El precio de la noche está estructurado a varias voces que establecen diálogos imaginarios con «el primer pinochetista» —uno de los símbolos del nuevo orden fundado parcialmente sobre la sangre—, y donde se despliegan candentes interrogantes. ¿Se justificaba el golpe de Estado de 1973? ¿Era necesario instaurar una dictadura a partir de él? ¿Se requería una nueva Constitución? ¿Cómo es posible que tantos cristianos apoyaran un régimen que secuestró, torturó y asesinó? ¿Tiene justificación el anticomunismo? ¿Qué tan pinochetista es el actual sujeto chileno? ¿Quedamos, finalmente, con los bolsillos llenos y las almas vacías? ¿Los clientes furiosos del estallido social —una protesta sin voceros ni programa— son hijos o verdugos del neoliberalismo?
Pablo Ortúzar, nos invita a un «viaje al fin de la noche» para tratar de saldar finalmente cuentas con la dictadura mirándonos en su reflejo. Pero nadie tiene asegurado un pasaje de vuelta: es peligroso asomarse al abismo.